Un sueño con luces de amor
- Epifanio Estrada

- 6 sept 2023
- 4 Min. de lectura

Un día, mi maestro, abuelito y yo, cruzamos el lumbral de nuestra escuelita tomados de la mano, de la misma manera como se afinizan nuestras moléculas para darnos forma, mostrando así, la grandiosidad de su fuerza activa.
Sentados cómodamente, nuestras miradas se confunden y, con una voz paternal, casi llegando al límite del éxtasis, mi maestro me dice:
"Hijito, cuando llegamos a soñar algo en nuestras horas de descanso, debemos considerarnos afortunados porque recibimos con la debida anticipación, un mensaje bueno o malo, de lo que pueda acontecernos posteriormente y del cual debemos estar preparados; el sueño, es, algo así como una película no revelada, se mantienen en ella, ocultas, las personas, , el cielo, las estrellas, el paisaje, todo lo que espíritu imprimió para ser visto sólo a la exposición de la luz; son pasajes distintos que se atribuyen a los cambios continuos que vamos sufriendo en nuestra vida, considerados como un gran tomo de una biblioteca en la que hay tantas obras, donde el más sabio como el más ignorante, encuentra un libro o un cuadro adecuado que le revele algo que deberá estudiar; es una película cuyo rodaje nos provoca un nuevo vínculo, un nuevo renacimiento que se expande de acuerdo con el grado evolutivo de nuestra vida espiritual. Desde luego que hay hechos que no solamente se relacionan con nuestra existencia sino con la de nuestros semejantes, con nuestras comunidades y hasta con naciones enteras. Hay que tomar en cuenta que de estas impresiones -lecciones-, nacen o se forman los grandes acontecimientos o las invenciones, que de una forma u otra, las convivimos en medio de este oleaje humano que nos arrastra y nos hace vivir.
Pues bien, platicaba con tu abuelito que anoche, soñé que salía de la escuela llevando de la mano a un niño más o menos de tu edad, risueño, vivaracho y con una ropita limpia y blanca como un copo de algodón. Impulsados por un aire delicioso y acogedor, nos elevamos y recorrimos en forma espectacular, parte de este mosaico, dinámico y multicolor que se llama México, y que nos anima con una influencia sobrenatural, trotamunda y definida, a encauzar la conquista de la cultura de soles y mundos para nuestro bienestar.
Deslizarse con alas de meteoritos multicolores, resulta un momento cautivador, como en una hamaca magnética donde sus vibraciones producen una sensación que se difunde por todo el infinito. Allá y aquí, lo maya, lo azteca, lo mexicano en general, forman el tiempo y el hombre; es la tesitura armoniosa cuyo presente tiene perspectivas de primavera eterna en fragmentos de paz, de pan, de agua, de tierra y de cielo, porque todos forman el bajo relieve de una vida fecunda, arisca e innata que hay que cultivar con amor.
Con esta encarnación de albores, los sueños y las esperanzas se vuelven una realidad trashumante, se evocan como una flora emblemática que se dibuja en un otoño perenne, porque es nuestro sol con su hermandad de constelaciones; porque es nuestro flamante, frígido y sempiterno RODAS MEXICANO -nuestro esbelto Popocatépetl-, custodio y paradigma de una nación que se levanta hacia la madurez, pero a lo indio: de cara al sol, de pie y mirando hacia el porvenir.
Así llegamos a un edificio grande, con mucho sol, aire y luz, sus paredes lucían el color de la pureza y de la inocencia -un blanco atrayente y sugestivo-, había prados trazados con regulación geométrica, cubiertos con plantas regeneradoras y envolventes; sus patios eran limpios, amplios y con horizontes de salud y energía. Allí vivían niños, todos llenos de CURIOSIDAD, de esa curiosidad promisoria que cabalga en su eterno querer como una razón en reposo. Nos introducimos. Una voz amiga nos relata sin rodeos: "Ellos son la llave de oro de la humanidad —nos dijo-, aquí conocen el mundo de los demás conociendo su propio mundo, de la solidaridad de los hombres, de la convivencia universal mediante una comunicación fraterna; se educan juntos, porque juntos integran la corriente vital del orbe. Son plantas sanas y aromáticas, de donde se impulsa la tarea fecunda y altruista de una vida libre, como índice de una contextura social y de un devenir histórico que a manera de una SINFONIA INCONCLUSA, van encaminándose armoniosamente porque la obra del hombre no tiene término. Aquí se intenta, que el niño no sea un elemento pasivo, sino un ser vivo, que sienta y "utilice su dinamismo congénito y su movilidad natural de existir, creando sentimientos que le dan exactamente esa intensa emoción de ser útil".
Atraído por la interesante charla de mi distinguido interlocutor, no pude darme cuenta como mi compañerito logró desprenderse de mi lado. Al notar su ausencia, lo busqué con la mirada afanosamente sin ningún resultado y, mi preocupación no pude disimularla; mi amable acompañante, que resultó ser el Director de la escuela, calmó mi angustia con palmaditas en mi hombro en forma por demás elocuente. Avanzamos con paso lento, seguro de la respuesta lógica de este incidente, nada trascendental desde luego, pero humano al fin. Y así fue. Voces en uno de los salones. Mi entrañable caballerito veíase rodeado de varios niños de su edad, envuelto de un torrente de preguntas y que a todas daba contestación correcta, No se sentía defraudado. Estaba presidiendo de esta manera el Comicio Parlamentario en donde se discutían los derechos humanos entre una "Obertura de Trinos" en busca de la libertad y de la vida, con una carcajada que hizo eco en todo el salón y un abrazo, dio fin a la entrevista amigable y prepotente. Pero alguien se dio cuenta de nuestra presencia y advertidos, corearon en silencio y esperaron. No estábamos preparados para este encuentro y nuestro único recurso fue preguntar:
¿Qué hacían?
Titubearon, se miraron entre sí, y antes que otra cosa pudiera suceder, como tampoco nadie lo esperaba, mi eterno acompañante, al frente del grupo, contestó:
"Platicábamos".
Y con un tono poco común en un niño sencillo pero decidido, dijo entusiasmado:
"Quiero quedarme con ellos, no quiero regresar al pueblo, quiero quedarme, y ... " fue interrumpido por sus amiguitos que lo rodeaban:
"¡Sí, sí, que se quede!" exclamaron a una voz con verdadero entusiasmo y ... turbado por lo inesperado de la solicitud y por la forma tan repentina y expresiva como lo hicieron ... desperté sudoroso, emocionado, como queriendo encontrar la razón de esos momentos tan agradables y para discurrir y pensar, para disfrutar de esos compartimientos que da la vida, creando fórmulas que motivan una existencia del hombre, válida y no efímera. Algo más, me costó trabajo creer que todo fuera un sueño.





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