Sombra vencida es puerta de luz mayor
- Epifanio Estrada

- 31 ago 2023
- 3 Min. de lectura

El resplandor de la luna entra animosa y coqueta por la puerta de mi estancia, es luna en plenilunio. El patio y los árboles surgen como seres andantes que subyugados por tan romántico espectáculo, juegan a las escondidillas en una noche de disfraces con las luces que se rompen en las ramas de los árboles en forma de cocuyos y otras figuras caprichosas que brotan como princesitas fugitivas, formando un cielo lleno de estalactitas y estalagmitas. Las sombras son enormes brazos que se entrelazan amorosamente sin desprenderse un solo instante. Son la filosofía veraz y romántica del hombre. La noche, es de lentejuelas con espacios de magia verde y brotes de milagrería. En ella se dilataban hasta los fragmentos más diminutos llenos de luz propia, de vida gigante que en su tránsito, nos dan el edén que retienen en moléculas esclarecidas o iluminadas. La oscuridad, si la hay, la aprovechan solo aquellos que viven en las tinieblas para no ser descubiertos de su refinada maldad y se niegan a seguir el curso de la vida que es venero eterno de luminosidad. El día y la noche se desplazan como una estructura vital que desafían las leyes de la gravedad con asombrosa elegancia, como dos entes de vida y de riqueza de aleros donde los arquitectos alados encuentran hogar y protección, como la pausa bilateral que transforma en savia la luz solar, porque en ambos gobierna el espíritu, esa molécula infinitesimal dueña de todas las existencias y fuego divino de todas las luminarias que penden en los cielos por los siglos de los siglos ... Ya se escucha la sinfonía inmarcesible y grata que dan los insectos y los otros tantos tonos que parten del perro —fiel vigilante sin paga-, del buey, del caballo, del asno, la cabra y hasta la del búho con su singular tonada cadenciosa y lúgubre. Todos viven y se rigen por la misma ley, por su estricta ley natural sin quebrantarla y porque es el llamado del instinto que los idealiza.
Confortado por todas estas demostraciones sorprendentes llegadas desde más allá del Sistema sin duda, me quedé dormido con sus mensajes sin respuesta aún con los brazos abiertos para recibirlos. Desperté cuando el Padre Sol aureolaba las cimas con su característica carcajada de tonalidades que proyectan la inmensidad de los accidentes siderales, con la emotividad del hombre en su despertar original y seductor, luego ganaba amoroso e insensiblemente a los árboles para envolverse a última instancia al poblado y a sus habitantes. El día nacía con esta forma esplendente y con un aire fresco y húmedo, con una imagen de micro-ondas y átomos de paz.
Las lágrimas como sedativos del alma, manifiestan señales luminosas y acústicas como el primer mandamiento de la vida en un mundo de silencio y evocación. ¡Los astros nos gobiernan sin duda! Sus influencias son incalculables y actúan en nosotros como la savia que encarna y polariza la estancia de esta humanidad como renuevo sagrado. Por eso las fuerzas terrestres, unida a la de los astros pueden construirnos o destruirnos con tanta facilidad si nuestro grado de equilibrio no está sujeto por nuestra forma de actuar y sentir, al mecanismo trino por donde el individuo vive en la plenitud de sus facultades. Tenemos una coraza fluídica que nos protege, es verdad; pero puede resultar efímera como insignificante, si olvidamos estos preceptos que son la madeja indisoluble de nuestras moléculas convertidas en instintos o sentimientos. Por eso resulta más fácil odiar que amar, recorrer el camino de los muchos es más agradable que seguir el sendero de los pocos. ¿A dónde vamos? Al centro de la Creación, pero por todas las escalas en forma progresiva; por todas las latitudes por donde hay vida, más alegría, más progreso, más sabiduría y más amor: hasta lo indecible.
Recordar: EL ÁTOMO, UNIDO A OTROS ÁTOMOS, FORMAN LA MOLÉCULA; LAS MOLÉCULAS AFINES SE ATRAEN, SE UNEN Y FORMAN LOS CUERPOS. DE ESTE PRINCIPIO -LEY FÍSICA-, CON SUS LEYES DE ATRACCIÓN Y AFINIDAD, SE FORMA EL INSECTO, LA FLOR, LA PIEDRA, LA MONTAÑA, LOS MARES, LOS CONTINENTES, EL PLANETA ENTERO Y EL HOMBRE, EL HOMBRE EN ESPÍRITU Y MATERIA, EN SU TODO INTELECTUAL Y ANIMAL; ES LA ESENCIA VIVA DE TODAS LAS COSAS VIVAS.
Mi abuelito resulta ser, con la clara emotividad y prestancia de sus actos, un magnífico creador de las obras humanas. Él sabe aprovechar todas las conquistas que dan fe en obras positivas dentro de su propia concepción y las utiliza en su integridad adaptándolas a las grandes leyes de la vida para el bien común.
Libro: La Escuela en Espíritu
Autor: Epifanio Estrada Cruz





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