Patria: Grande en el pensamiento y en la acción
- Epifanio Estrada

- 5 sept 2023
- 6 Min. de lectura

¡15 de SEPTIEMBRE!
Con nuestro pequeño universo de afanes, se forma una Constelación palpitante, y nuestras diminutas figuras cobran lucidez para quedar imantadas de esa fuerza propulsora dotada del cariño inmenso de nuestros padres. Es un efecto de una verdadera camaradería solidaria y edificante.
Aquel vasto y múltiple efervescer de la semilla que brotó de los talleres de liberación de Quiroga y de Hidalgo, de la presea luminosa de Morelos contra la esclavitud y del amanecer oportuno y fehaciente de Juárez en su andar histórico, surcaban en nuestras ansias, y con ese grado elevado de emotividad, iniciamos el recorrido en dirección a las oficinas públicas de la población. El estallido de un "cohetón" motivó más nuestro paraíso emocional y con las primeras notas de una marcha ejecutada por la Banda de Música, nos movilizó por completo y poco a poco se fue formando la columna de nuestro círculo, integrada por las madres con sus pequeños hijos en los brazos o de la mano, seguido de nuestros padres, de los jóvenes del Barrio y hasta de algunos perritos que acostumbrados a irse con sus amos para cualquier parte, lo hacían ahora ceremoniosos con la cola en alto, como si supieran a donde se iba.
En el cielo, donde reverbera eternamente el Espíritu Creador, hay miríadas de estrellas que nos envuelven con su atractiva luz; en la calle, los cactus con sus fuertes y verticales brazos; los árboles con su batir de hojas; las casas como adoratorios de esperanza, nos saludan al pasar frente a ellos con un además reverente. Todo es una fiesta de entrega única, llena de una atracción majestuosa por almas y cuerpos llenos de vitalidad infinita.
Es una jornada de convencidos. Llegamos al sitio señalado. Las Autoridades del lugar y el pueblo en general, estaban ya reunidos. Nuestra presencia era necesaria para llevar a cabo el Programa Literario-Musical en honor de nuestros héroes de la Independencia Nacional. Nuestra llegada fue espectacular, porque los cuchicheos, las cabezas ocultas o sobresalientes que se veían entre algunos que integraban el público, así como la postura fuera de lo común de los señores de distinta investidura que ocupaban la mesa de honor, todos ellos muy serios y estirados, nacieron para vernos actuar en fecha tan memorable y porque formábamos además, el contingente de una escuelita de barrio y pobre; pero esto no nos causó un impacto contrario, porque teníamos muy adentro las recomendaciones de nuestro querido maestro con relación a este fenómeno; además, también contábamos con la presencia de nuestros padres que nos significaban verdaderos baluartes de fe y de seguridad.
No era un encuentro de ricos contra pobres, no, era una prueba de eficiencia de dos sistemas de enseñanza: de la ALEGRÍA del que aprende y del SILENCIO para aprender. De la ALEGRÍA que es piedra de toque para encontrar en ronda amena, las relaciones que nos liguen con el querer del maestro; de la alegría que refleje la libertad y la soberanía del individuo a través de la ventana del alma con bellos amaneceres; de la alegría, en fin, que nos idealiza siguiendo al águila que vuela hacia la vida para no dejarla sin alas. El silencio, es dolor cuando no se le usa como bujía de creatividad; el silencio, es muerte, si se vive sin haber vivido, porque la vida es una sucesión de muertes y resurrecciones. Por eso son dos escuelas distintas, a manera de dos aves que luchan por el mismo derecho a la vida: una, herida por un plomo de amargura; la otra, se remonta en busca de una esperanza llena de satisfacciones al contemplar la fecundidad de su esfuerzo.
Por influencia de una costumbre ya establecida desde años, la comitiva oficial luce en la mesa de honor, vistosos arreglos a manera de rosas con listones de fuerte color, llevando en el centro una moneda de plata, para ser entregados como premio a los mejores declamadores que tomen parte en el programa cívico elaborado previamente para estos festejos.
El programa da principio. La fuerza misteriosa que hizo posible mantener en actitud inquieta al público por nuestra presencia con corrillos o comentarios disimulados, se esfumó al despertar de su encantamiento, esos duendecitos fraternos que en forma de puntitos o redondos cual pelotitas, entran en acción. Se escucha con alegría la primera interpretación musical a cargo de la Banda de Música y nuestros ánimos florecen con la misma tonada de aliento. Se escuchan posteriormente los primeros aplausos por la bonita actuación melódica.
Nuestra escuelita hace su debut. Bastó saber que el siguiente participante no era de la Escuela Oficial, para que el silencio se estableciera como por encanto. Nuestro compañerito en turno, posesionado de su importante papel, se desplaza valiente, vence la barrera del temor y termina vibrante. Hay aplausos y dianas para él como premio a su esfuerzo cristalizado.
Para mi maestro, era yo su mejor carta, y por eso mismo, mi mayor responsabilidad. Aproveché para ello, íntegramente, el fluido o querer de los míos para mi equilibrio emocional. Llega mi turno y esas fuerzas ocultas que hay en nuestro interior, salieron de su escondite para colocarme dentro de esa Ley fundamental que llamaré confianza o seguridad. En la tribuna —púlpito de exaltación a la libertad-, busqué en el altar patrio a las figuras augustas de Hidalgo y Morelos, de Guerrero y Juárez, para dirigirme a ellos. Cada palabra que brotaba de mis labios, era un poema secundado por voces infinitas o etéreas, porque cobraban una tonalidad que de ninguna manera eran mías ni conocidas; actuaba como si estuviera en éxtasis o en un desdoblamiento sonambúlico que solo es propio de personas desarrolladas. Consciente o no, cumplí con mi cometido en alto grado, pues al terminar, quedé envuelto entre aclamaciones de alegría que me hicieron derramar lágrimas emotivas y profundas no resistibles siempre en el alma de un niño; además, los aplausos, las dianas y el estallido de cohetones, sellaban por otra parte este acontecimiento para mí de mayor exaltación.
El señor Presidente Municipal —nervioso más de la cuenta-, prendió en mi pecho el primer galardón de mi vida, conquistado no por mérito propio, sino por todos los elementos —maestros, padres de familia y pueblo-, que prestos asesoraron este esfuerzo que es compendio de todo un querer colectivo. A ellos me suscribí y ellos me hicieron triunfar.
La segunda parte del programa adquiere otro tono distinto y de mayor solemnidad. "La música es el lenguaje del sentimiento por excelencia". Nos incita a ir tras el contenido sublime de las cosas, del amor que es humildad, justicia, y el único dominio donde el hombre realiza el presente. Así es el canto, con su ropaje polifónico, escrito con auroras y esmeraldas de ensoñación que se envuelven en un hálito de la entera y eterna vida con matices de dicha esclarecida.
Mi tío, Director de la Banda de Música del Barrio, forma con algunos elementos de la misma, la Orquesta que ha de acompañarnos para entonar el Coro a los Héroes a cargo de nuestra escuelita. Nuestras voces -bien educadas por la asiduidad de nuestro maestro de música-, llevan el mensaje deseado, abarcando los espacios sin límite hasta prenderse en el espíritu de todos y cada uno de nuestros Héroes...: "AL VALIENTE CAMPEÓN DEL ANAHUAC/NUESTROS CANTOS DE LOOR LEVANTAD/Y SU NOMBRE SAGRADO Y BENDITO/ CON AMOR Y TERNURA ENSALZAD" .../ Ganamos la segunda etapa.
Pero hay algo más. Es una flama permanente que incita a amar mucho, por el saber y querer de los hombres, como si quisiéramos siempre ufanos, perfeccionar nuestra conducta a través de sus ejemplos: virtudes innatas en unos, concebidas en otros por la razón de su vivir, para conservar incólume, nuestro alto sentido de moralidad, porque la moral es la luz de la vida; sin ella, existiría un cuerpo sin espíritu. Esa flama moral, faltaba sacarla a flote. Y mientras hay un entreacto a cargo de la Banda de Música, nos arreglábamos con toda diligencia para tomar parte en la comedia intitulada "LIBERTAD", de la cual éramos los personajes más elocuentes. Nuestros trajes fueron confeccionados a la alta escuela, pues lucíamos impecables. Entramos en acción.
Como si fuéramos unos consumados actores, íbamos paso a paso matizando en línea recta y ascendente, su contenido hasta lograr que el público entendiera la finalidad de la obra que, aunada a su belleza literaria, era un verdadero poema de redención, de justicia y de libertad. Mi papel en la comedia era la de PATRIOTISMO. Ha mucho que vivo esa satisfacción, hoy que la recuerdo con mayor profundidad, se desplaza en forma solemne ese hermoso trance y. en toda evidencia me veo ente la Patria arrodillado, exclamando emocionado: "DIOS TE SALVE PATRIA ADORADA/LUZ DIVINA DE MIS OJOS,/ANTE TU ARA CONSAGRADA/MÍRAME AQUÍ DE HINOJOS" .../ y me limito porque esos momentos de gloria que da la infancia, nunca se olvidan porque se convierten en eternos recuerdos que con elocuencia extrema, prescribe el curso de la conducta humana. El resultado fue elocuente.
Regresamos a nuestra escuelita. Un piélago de satisfacciones nos baña en floración perenne. Nos encontramos en nuestro AQUILÓN, allí donde el hombre es un mundo completo, aunque pequeño. A casa todos para esperar el alba del nuevo día.
Libro: La Escuela en Espíritu
Autor: Epifanio Estrada Cruz





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