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Muerte y vida = Nacimiento fecundo


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Pasaron los días, el paisaje pueblerino con su gente, se antoja una parcela sin cultivo, sin prominencias ni aleros donde la aurora pueda acariciar el panel de sus vértices, el umbral del ocaso que tendido en sábana aterciopelada y púrpura, se despide seguido de una cauda de atrayente hermosura por sus tintes divinos, o del miraje siempre prometedor y de bienaventuranza que dan los trinos de las aves en cada instante. Con esa quietud, que es resultado de un estado psíquico y sociológico de sus habitantes, se tiene a fe de todo, que moverse aunque con la magnitud con que lo hace el agua estancada, poco a poco, hasta lograr seguir su eterno rodar solícita y atrayente, porque la lucha por la vida significa brazos, esfuerzos, un poco o mucho de rebeldía y de férrea voluntad y autodominio para desangrar a la amada tierra, ya que las lágrimas y las quejas no valen, porque de una forma u otra, hay que vivir hasta conseguir obras dignas que sean evocaciones de gloria y de felicidad.


Libro: La Escuela en Espíritu

Autor: Epifanio Estrada Cruz



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