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Mi jardín de amores


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Mi primera escuela, Ml JARDÍN DE AMORES O DE NIÑOS, no estuvo en un edificio construido ex profeso por la mano del hombre; fue un templo abierto a la altura y querer de un niño pobre y se llamó NATURALEZA.


En ella aprendí a OBSERVAR, a REÍR, a GOZAR y, por qué no, a COMPRENDER toda la magnitud de esa reliquia de cielos en botón esplendente.


A OBSERVAR, toda su inmensa cúpula sin fin y sin fondo, cuya arquitectura es la imagen perenne de la Sabiduría Universal, es la filosofía de todo lo creado y verdadero, como verdadera es nuestra existencia, aunque efímera y rudimentaria aún. A OBSERVAR, porque para el niño del campo es su QUINTAESENCIA. Su florecimiento. Por eso nada falta en él. Es noble y sencillo porque tiene toda la pureza y el encanto que le hace transparente ante el clamoroso vaivén que dan las flores que tanto lo alegran; contribuyen también los pajaritos que cantan jubilosos para que esté tan contento como ellos, así como el sol que lo vivifica con sus rayos bienhechores, con la luna que ilumina sus noches, y esa tierra sagrada, que es otra madre que le ofrece todo lo necesario para subsistir.


A REIR, por la dicha de comprobar que desde una diminuta piedrecilla, al frotarla entre la palma de la mano, se sensibiliza tanto, que emite radiaciones que provocan una vitalidad emocional que atrae, que gusta, que reanima y fortifica y, si ahora es la tierra, por su color, ya en polvo, ya en barro, fascina y se pega uno a ella, como lo hace la madre con el hijo de sus entrañas: como la excelsitud del cielo; pero si es una hormiga —trotamunda eterna-, se le observa con deleite, pues por cada hoja que encuentra en su camino y la cruza victoriosa, sigue su ruta satisfecha porque ha vencido todo un desierto de vastas dimensiones; pero si lo que hizo anteriormente lo compara ahora pasando sobre una piedra —montículo soberbio que sigue el correr de los siglos sin protestar-, sabe que su esfuerzo fue mayor y mira satisfecha y ufana al cielo, tal vez para dar gracias al Hacedor por haber vencido toda una cordillera imantada de tanta potencia, y porque es alma y materia del medio en donde vive y le da forma, mas, si le toca cruzar una gota de agua, titubea al principio, se mira en ella y, por fin... ¡allá va! , navega decidida en su barquita de "FE" hasta cruzar valiente ese inmenso mar embravecido, que después de todo, le da renuevos para seguir adelante; en fin, al verla transitar por cualquier dirección de su medio circundante, parece que su aura magnética es tan poderosa, que me hace reflexionar que ahuyentándola solamente, causaría un disgusto Cósmico, ya que está ungida por su instinto natural como febril, con la de los árboles que susurran con su tibia luz lila y con la alegría y luminar de los astros que son una pausa eterna y paño matinal en cada amanecer.


A GOZAR, porque me arrullaba con la magia divina de toda su existencia multiforme, y porque me enriqueció desde sus entrañas que es donde se hermanan los gérmenes de todas las creaciones, para dar forma a la imagen de mi pobre ser físico que es, ante todo, orgullo de mis progenitores y de mi querer campesino.


A COMPRENDER, porque al ver su incomparable belleza vegetal y espacial, experimentaba sensaciones para mí desconocidas, y esto me causaba cierto temor; pero su sol, su aire y su palio bendecido de fragancia virgen, me hacían comprender lo contrario, porque se vive siempre prendido al Creador que es el autor de todo. Así empezaba a sentir, querer y a enseñarme a vivir en medio de ese aletear eterno de emulaciones cósmicas cuya música emblemática, se escucha del correr de sus aguas, del trinar de sus aves, del electrizante rodar de la hojarasca impulsada por el viento y del ulular de todos los seres que en el reino animal existen y cobran el derecho de su existencia, de la misma manera como lo hacen las flores y los insectos que las adornan y ... por la noche, i0h! Que difícil resulta describirlo. Ese manto claroscuro cuyo matiz se logra por el color de la tierra y de la luz de las estrellas, tiene algo que conmociona pero no deprime; tiene un vínculo que es motor de la vida; la fecundación de cuanto existe, porque es el MANA de la transacción y de la acción fecundante que se unen para crear y que es elixir de todas las grandezas del espíritu y donde el pensamiento se vuelve chispa sensitiva, tan sensitiva, que puede trasladarse hasta planos mayores nunca antes imaginables, para sentirse arropado y atraído por un misterioso efecto enigmático y confundirse con otros fragmentos creadores que resultan ser de infinitos mundos de luz y de amor. ¡Qué hermosa se compendia la eternidad cuando sonríe la esperanza de vivir de esta manera, porque en cada hombre hay un poco de todos los hombres y el pensamiento no es más que el querer creciente que nos da en cada segundo de nuestra existencia, nuestra razón de ser; es combustible refulgente, sinfonía, ensueño, verde esperanza, donde el aliento de mi ser es trasunto de la inmortalidad espiritual porque el vuelo natural del espíritu humano, no va de placer en placer, sino de una esperanza a otra.


Ante este lampo de armonías y con un palpitar de Andantino o Allegretto, conquisté la vecindad del cielo, viví este nuevo despertar cerca del sol. Pero como el influjo de las generaciones imperan porque jamás se detienen, fui arrastrado por esa inquietud palpitante y mi vida material ya no abarcaría en su horizonte, aquella plenitud amorosa que me recibió al llegar a este mundo de transición como un edén en floración y bendecido.


Así dio principio una nueva vida para mí, así empezaron a engranarse mis emociones con mis ansias en un plano mayor, pues contaba ya con seis años de edad, con seis años de vida vegetativa que me dieron oportunidad de recorrer entre filtros de amores, el goce florido de la tierra tan clara y sensual, como las nuevas tonalidades que engalanan con miríadas de matices bajo un cielo de estrellas, la llegada engalanada de cada primavera.


Así salí de mi JARDÍN DE NIÑOS, llevando un hermoso DIPLOMA cubierto de besos y estímulos, dispuesto para absorber el nuevo néctar de mayor bienestar y felicidad, y honrar de esta manera, la memoria eterna de mis padres adorados.


Libro: La Escuela en Espíritu

Autor: Epifanio Estrada Cruz


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