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Lo que se ve son páginas del infinito


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La tarde se vuelve gris. Todo se transforma sublimizada por la ninfa divina de su propia propensión y que envuelve el alma humana para sensibilizarla con la luz violácea que surge del atardecer espectacular y etéreo, para esperar el saludo confortable de otros mundos que se mueven y se reflejan como eterna lectura y fraternal evocación, con su cielo infinito de donde cada una de las estrellas es una molécula del Cerebro Universal. Ellos consagran el esfuerzo diario de los hombres que realizan el trabajo que identifica y engrandece, pues el trueno, la música, el dolor, el resoplido de las fieras, el rugido de los mares, el terremoto que convulsiona, el movimiento de los astros, la quietud de la selva en vaivén de brisas, la llamarada de entusiasmo que nos anima en nuestras faenas y el aliento suave, es la misma cosa: vértice floreciente de cuya grandiosidad es la SONATA DIVINA y virginal que se esparce como resultado de lo creado en la Universalidad de las cosas, de las cosas eternas ... Así nace el sueño de los enamorados, el aerolito que hecho estrella fugaz ilumina el cielo por breves segundos; si lo ven, se santifican felices, viven su alegría mirándose mutuamente y piden en silencio, un deseo, que al volver en sí, Cupido tiene la respuesta y hace de las suyas; es el angelito rosa, sensitivo e ideal para esas tramas del corazón, pues se vuelve refugio de sus amores, ya los vigila y los intuye para que se comprendan siempre y viendo las cosas del mismo modo y color, vivan felices eternamente. Para el hombre casado, en medio de sus seres queridos, dialoga sobre las mismas cosas, sobre las mismas esperanzas: producir y más producir para estar a salvo de las enfermedades y de cuantas pobrezas que se presentan en toda familia humilde o campesina. Más tarde, la madre y el padre se dividen en sus quehaceres para dejar todo en orden y pensando, pensando siempre, se entregan al descanso conyugal que es florilegio divino de toda una creación que cautiva, identifica y diviniza.


Libro: La Escuela en Espíritu

Autor: Epifanio Estrada Cruz


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