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La revolución hecha aprendizaje


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Plutarco Elías Calles y Enrique Corona Morfín, buscaron siempre afanosos, esa partitura que encierra el canto de la Patria que es la "tierra y el sentimiento, dimensión geográfica y expresión espiritual. Es el amor del hombre a la tierra y es la atracción de la tierra al hombre. Es adhesión a la historia del pasado y a los esfuerzos del presente; es la admiración al héroe, es comprensión al hombre, es coraje de la sangre y, fundamentalmente, es el hombre que trabaja esforzándose por el progreso humano, por la libertad de todos los pueblos y por la justicia de todos los hombres". La Revolución misma es una escuela de libertad ... "si la escuela perdiera su doctrina de mexicanidad, su filosofía universal, su credo de igualdad, sus postulados de solidaridad, la Revolución Mexicana, perdería su mejor trinchera. Sería una escuela sin espíritu creador, y una revolución que no crea, que no ilumina, que no unifica, pierde contenido y estabilidad. El cumplimiento de todos los deberes, es la suma de todas las felicidades. Por eso la vida de los pueblos, lo mismo que la de los individuos, se desliza entre placeres y dolores".


La Casa del Estudiante Indígena, adquiere esa tonalidad de renacimiento. Las relaciones humanas resultan un paradigma cuyo vértice se forma con lo azteca o lo maya, hasta llegar a nuestra supervivencia actual, y con la consagración de un credo restaurador y filial del legado espiritual de la humanidad. Ella formó el receptáculo de ese renacer y puso a prueba el valor humano en su curso evolutivo, con una disciplina consagrada en alto grado a la educación hacia planos mayores. No se encamina a un suicidio colectivo, sino a una dinámica constructiva y edificante, con una fuerza luminosa y plena de vigor.


El aprendizaje es distinto amanecer. Su naturaleza resulta fraccionada por caminitos de luz que nos enseñaron a reír, cantar, amar, trabajar, luchar y triunfar. Labor positiva y eficaz lograda gracias a los esfuerzos titánicos llenos de amor y de justicia de nuestro amado Director el Profesor Enrique Corona Morfín, con cuyo celo profundo y valor sin límites, siempre nos pedía ufano y sincero, usar como coraza inquebrantable el "decoro" en todos nuestros actos y, por eso mismo, así lo llamábamos con entrañable respeto: DECORO, el hombre diáfano y elocuente para con sus indios, por "esos muchachos que abriga amorosamente la Casa del Estudiante Indígena y que parece haberse puesto de acuerdo para exaltar y significar su estirpe con obras y razones, han desacreditado el viejo clisé que las clases dominantes trataron de eternizar, estereotipando el concepto de una raza indígena pasiva, holgazana, viciosa, servil, mentalmente incapaz de ascenso, irredimible en suma. Ante la urbe orgullosa, fatua y egoísta, estos indios han esculpido en alto relieve su laboriosidad, su moralidad incomparable, su altivez, su espíritu de servicio, su poder de asimilación al medio y sus facultades de ascenso ilimitado. Nosotros jamás hemos dudado de la capacidad indígena. Su altura intelectual, su reconocida posibilidad de producción económica, su carácter firme y su sueño de artista, son garantías invaluables de que sabrá ser progresivo por sí mismo y factor importante en la grandeza de México, si disfruta de tierras labrantías, créditos, caminos, presas, canales, higiene, salubridad, escuelas, técnica moderna y sobre todo ... de justicia".


El hombre, no es una pausa que se dilata, sino que camina eternamente y hacia delante. Nadie puede detenerlo, y como un elemento natural y social, funciona como pensamiento y como máquina; es decir, el carácter reflejado en el pensamiento y en ascensión, es de naturaleza inmortal, su influencia tan objetiva como poderosa, está centrada en la esfera de los deberes humanos o comunes. "La vida, toda claridad sin nombre, toda felicidad sin tristeza, todo placer sin dolor, no será realmente vida; por lo menos, vida humana". La vida será siempre, en grado sumo, lo que nosotros queramos de ella, porque espiritualmente, forjamos nuestro pequeño o grande mundo, que será resultado de aquello que cada uno alcanza por su grado de progreso.


Sócrates, "el hombre más justo, más sabio y más bueno", creía en el perfeccionamiento moral del hombre por medio de la educación de los instintos, que por su naturaleza, reciben el nombre genérico de necesidades. La necesidad -alba y plenilunio de sentimientos estéticos-, es, o viene siendo, un rico filón heráldico de la vida que tiene en su mayor apremio, impulsos hacia una transformación de la conducta humana dentro de un anhelo fraternal, pagando amor con amor, que es la perfección moral, que dejará de tener atuendos importantes para convertirse en "virtud moral", resultado de una revolución psicológica y cuyos factores son intelectuales, emocionales y evolutivos. La Casa del Indio tuvo sus detractores, pero también gozó de innumerables satisfacciones por quienes comprendieron su alta misión; así por ejemplo, haber escuchado con positivo interés, las palabras de aliento del Señor Presidente Portes Gil en la visita que hizo a este centro de estudio: "Hay alma, hay carácter, hay energía en la Casa del Estudiante Indígena, aquí donde se arman para la lucha social estos muchachos guiados por sus maestros en un ambiente de grandeza moral, de mérito y de rectitud, es donde la revolución se fortifica". De otros ameritados personajes: "En la Casa del Estudiante Indígena, saludo con amor al México de lo porvenir". Eduardo Aguirre Velázquez. - "Visitando esta Casa, creo firmemente que las tribus indias de México tendrán otra vez la notable civilización que crearon en los siglos pasados". Takco Ito. - "Esta ha sido una experiencia única. Estoy muy impresionado no solamente con el orden, laboriosidad, buena salud y despejo de los alumnos, sino con las relaciones afectuosas y cordiales que cultivan entre los alumnos y sus maestros. Llevaré conmigo el recuerdo imperecedero de mi visita a esta admirable institución". John Dewey.


Ser indio, es ser entraña, luz y sol, es ser como el agua que, para ser útil, debe golpearse consigo misma ya como cascada, ola o río y purificarse; que si es fruto, sabe que cambiará su estructura entre desgarres y trozos diminutos, para entregar su alma toda, a quien lo disfrute. Ser indio, entonces, es buscar afanoso el mañana, el mañana de su herencia en la paz de las sementeras. "Que importa un día. / Está el ayer alerto/ al mañana, mañana al infinito. / Hombres del mundo, ni el pasado ha muerto, / ni está el ayer - ni ayer escrito-. / "

Y para renacer desde el centro de ese horizonte infinito, fue preciso sentir en carne propia las bondades de esa comunicación fraterna, en una escuela hecha hogar, comunidad o Casa del Estudiante Indígena, allí donde el pizarrón como el gis, el cuaderno y el lápiz, no fueron las únicas herramientas que enseñaron las humanidades y las ciencias, sino también el uso de otras instrumentos para el aprendizaje de oficios o industrias sobre jabonería, curtiduría, herrería, ajuste, tenería, mecánica, construcción y electricidad, automovilismo, carpintería e imprenta, y las promociones sobre Educación Física, artística, Social y Cívica.


Corresponde así, al Maestro Corona el mérito indiscutible de haber trazado los primeros derroteros de la Educación Rural y crear instituciones pioneras de la Escuela Rural Mexicana, que fueron en última instancia, el brazo ejecutor de los anhelos de la Revolución Mexicana en las comunidades campesinas.


El hombre es un fruto formado y maduro por las distintas etapas de su vida espiritual a través de los siglos, y en la generación presente, une el pasado más remoto con el porvenir más lejano. Por eso ningún acto del hombre muere, aunque éste se desintegre en lo material sus obras seguirán dando hitos.

Esta es una fase fundamental para que el maestro pueda revivir lo redimible, procrear lo creado e impulsar lo inefable pero latente y que ha dado colorido a nuestra existencia. EL GENIO ES LA PACIENCIA. EL INGENIO LA LIBERTAD COMO EVIDENTE NECESIDAD HACIA LA REALIDAD. EL TRABAJO Y LA CIENCIA LOS DUEÑOS DEL MUNDO. Incrementar la enseñanza, la investigación y definir la cultura, debe ser el MANÁ contundente y firme que dé a las generaciones bienestar y prosperidad. Somos, entonces, UN VIVIENTE SIGNO DE INTERROGACIÓN, UNA ARDIENTE CURIOSIDAD como un ansia de adquirir la verdad a través de la razón única que es el AMOR, de esa fuerza circundante que parte desde la gran fuente ORIGINAL y que nos envuelve dentro del reino de la verdad, encargada de objetivizar todo propósito anhelante.


Idealizar, con las voces aladas del sueño angelical, más allá de la fuerza eminente del progreso, es reconstruir a cada instante nuestro edificio educativo, para no ser un ROBOT que opera sincronizado a la perfección, dictados que nacen de un mecanismo que le impuso su creador, sino dentro de una disciplina envolvente, que es equilibrio en la acción, armonía en el propósito y comunión en el trabajo.


Todas estas consideraciones, son el resultado de la aplicación de una enseñanza completa, de donde se hacen hombres limpios, o lo que es lo mismo, hombres preparados por una pedagogía humana, llena de satisfactores radiantes de fecundidad. Queremos niños que no se entreguen a la anarquía e impotencia de una escuela desnuda, sin espacio, sin vida y a veces sin luz y sin sol, maniatados por reglamentos anacrónicos, donde la bondad y la belleza, son flageladas por un fatalismo hereditario.


En la Casa del Estudiante Indígena, llené mis alforjas de todo ese contenido que hoy aflora con el nombre de FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA, y que a manera de una plantita, se desarrolló inteligentemente en mí con frutos óptimos y al llamado de un destino floreciente, cuya disciplina aumenta en potencia, desarrolla el hábito edificante, la tensión espiritual es positivista, que asegura al máximo la integración constante de las actividades psicofisiológicas, y lleva como condición especial o indispensable, la libertad, que es como una nueva ley, que es la aurora boreal de cada ser, con partículas cósmicas, conteniendo cada una de ellas una energía equivalente a mil voltios de electricidad, condición alarmante, pero justificada para lucir con orgullo, una entidad física con magnetismo radiante.


Libro: La Escuela en Espíritu

Autor: Epifanio Estrada Cruz


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