La hora cero llega
- Epifanio Estrada

- 10 sept 2023
- 5 Min. de lectura

Mi abuelito, mi mil veces amado abuelito, me da la primera alegría. Un domingo por la mañana, me lleva a conocer el ranchito donde vive mi inolvidable maestro. Era feliz en extremo. Y como una cabra arisca, buscaba las veredas, los matorrales, las piedras de mayor tamaño como senderos escabrosos para cruzarlos con ánimo desmedido. Me resultaba un verdadero juego el caminar de esta manera, aparte de establecer en mí derredor, una comunicación etérea, llena de fragancias doradas y de ilusiones febriles: era un chiquillo con alas. Al fin llegamos. El paisaje era adorable, dueño de todas las bellezas inimaginables, como que no hay templo en la tierra que encierre tantas maravillas como las que ostenta la naturaleza en los bosques, en las alturas, en los esplendores de los cielos, en el ambiente aromatizado de azahares y módulos de toda una vida vegetativa y virgen.
Mi maestro estaba en el patio de su casita, lar convertido en un risueño rinconcito lleno de florescencias múltiples. Sus manos —alegoría del trabajo honrado-, llegó a las nuestras con el saludo habitual llenas de penetrante vitalidad; su mirada, era vibrante y fulgente como dos auroras, todo un lenguaje elocuente de ternura y de paz. Nos invita a pasar, al hacerlo, ¡0h, sorpresa!, están ya en el interior cuatro personas como en un estado sonambúlico, serias, quietas, como si no respiraran, y entre ellas, dos compañeritos de mi escuela, uno de ellos de mi Sección y el otro, de una Ranchería.
Sentados todos con nuestro maestro, nos sentimos abrazados en un lazo amigable, fraternal, aunque presintiendo un gran acontecimiento. Esperamos.
_"Señores —dice dirigiéndose al grupo-, el motivo de su visita a ésta su casa que mucho me honra, la conocen y créanme, me siento muy emocionado y satisfecho. Sabemos que todos los grandes acontecimientos nacen en pequeño, entre amigos, en la familia, entre quereres de dos o más personas, y de esta forma nació su escuelita, donde hoy alberga con orgullo a muchos niños que nunca pensaron llegar a ella, porque sólo existía, al principio, en la mente de una sola persona. Hoy queremos llegar a más —continúa-, tengo en mi poder un documento en donde nos indican las autoridades superiores, que toman con beneplácito nuestros deseos por la integración del niño campesino al plano de la cultura, para demostrar al mundo, que el indio no es un ser rezagado ni incapaz, por eso mismo, de superarse; por tanto, toca a ustedes definir, y en caso afirmativo, ser los primeros en demostrar a sus coterráneos que se puede llegar muy lejos, cuando se trata del bien común o el de los hijos... -aquí sentí en lo más profundo de mi alma, una sensación muy fuerte pero saludable, porque comprendí de inmediato que se trataba de nosotros tres, y que lo relacionado con el sueño de mi maestro era realidad transfigurada y además, estuvieron haciendo gestiones para llegar a ella y educarnos-.
_"Señores —volvió a decir en forma franca y con una chispa de buen humor-, la conspiración está descubierta y tienen ustedes la palabra para lo que haya que hacer desde hoy en adelante. Guardamos todos silencio, mas, mis compañeritos, por la actitud que asumieron en seguida, dejaron entrever que todo lo sabían, pues francos y decididos, dijeron a una voz:
"Señor profesor, nosotros sí queremos ir a estudiar a esa escuela" y, ... callaron.
Abuelito, el fuerte y sereno, cedía ahora con nobleza al influjo de la sangre que es mediador de las emociones; me tomó de los hombros con sus recias manos, levantó la cabeza y habló con tono solemne:
"YO AMO a la vida en todo su esplendor; YO AMO al cielo con sus nubes tornasoladas porque son remansos de paz y de esperanza; YO AMO a las flores con su delicada policromía de pétalos, sus perfumes y sus espinas, porque en ellas está el vínculo mayor de la vida; YO AMO a los ríos, porque con sus manantiales, fecundizan la tierra y dan madurez a la mies que han de alimentarnos; YO AMO a las tempestades, porque sanean la atmósfera y la convierten en un cantar de hojas y rumor de espigas; YO AMO a las aves, porque con sus trinos me dicen que hay una inmensidad donde la vida es eterna y continuada; YO AMO, en fin, cuanto me rodea porque es la demostración palpable de lo que existe para el hombre y los suyos; y de esta forma, AMO también a mi hijito con toda su integridad, libertad e independencia, y en este momento de las decisiones, quiero verlo como siempre; sereno, limpio, franco, libre y feliz. Temo ofenderlo. Le suplico estimado maestro, que sea usted quien le explique nuestro propósito para que de ninguna manera comprenda lo contrario de lo que nos proponemos hacer por su felicidad. Mi maestro no dijo nada por unos instantes y esto provocó una pausa de angustia y duda; pero todo se deshizo al oírlo hablar:
"Bien, amigo mío, procuraré complacerlo y espero no quedarle mal en circunstancias de esta naturaleza.
Y en cuanto a ti mi amado amiguito —me sentí anonadado y vacío, no pude reaccionar de momento y esperé-, que tienes todos nuestros afanes, nuestros anhelos y hasta nuestras horas de mayor alegría, significas el primer beso, la primera aurora, el primer abrazo, la primera nota musical, la primera estrella, el primer grano, la primera gota de agua como la primera lágrima; la primera caricia como el primer consuelo; la primera epifanía como el primer dolor; la primera esperanza como el primer refugio; el primer deseo como el primer nido, cuya infinita arquitectura es una maravillosa contemplación que infla el corazón humano hasta llorar o reír por tanta grandeza universal, no resulta fácil decirle al hijo: vete, así a secas, aunque esta idea sea para su bien. Para que comprendas mejor, recurro a la propia naturaleza para ponerla de ejemplo: un trozo de madera, puede convertirse en un objeto útil si interviene la mano del hombre para darle forma y pulimentarla; pero para ello, tiene que sufrir desprendimientos que guardaron con celo todos los soles, las lunas y los distintos ciclos de vida de la planta que lo alimentó y lo formó. Todo ese desgarre es doloroso, pero ante la Ley de las Armonías y de la vida, es aceptable porque nada se pierde, todo se conjuga y se funde en una corriente que a todos es dable tributar e impulsar. Así pasa con un niño o con un hijo, al desprenderse del hogar materno, se lleva parte de la integridad de los padres, que, si son profundas, hay lágrimas, dolor y abatimiento; pero esto mismo forma el lazo magnético-espiritual de la sangre y vibra eternamente en el ausente para predisponerlo al estudio, al trabajo, como si nunca se hubiera desprendido de él. Este es el círculo de la vida. Si aceptas ir, como lo espero, el amor de los que te queremos, será la imagen que te impulse en todo para no fracasar. Tu gozo será nuestro gozo, tus triunfos serán nuestros triunfos; si hay derrotas, serán también nuestras. El estudio es una fuente de sabiduría que redime, eleva la santidad del hogar y de la patria; hace comprender a los hombres por medio de la DIALECTICA su dimensión constante, libre de prejuicios y llenos de manantiales inagotables de eterna luz; serás como todos los hombres preparados: justo, útil, honrado, humano para poder predicar siempre con conocimiento de causa que "sólo una vida vivida para los demás vale la pena". Tu carne y tu sangre son nuestras porque nos liga eternamente el amor de hermanos, con los mismos derechos y las mismas obligaciones; si hay alguna diferencia, ésta será de acuerdo con el grado de progreso de cada quien, pero siempre unidos en una rama sensitiva o Ley de Afinidad para formar una Ronda de lazos indisolubles ... No esperé más, Maestro —le dije-, si usted y mi abuelito lo desean, me iré con gusto para estudiar con mucho agrado y ser algún día más y mejor.
Nos confundimos entre abrazos, sonrisas y lágrimas; la expresión de todos en nuestros semblantes fue elocuente y única, poniendo al cielo de testigo, para dar cabida a la sabiduría y al honor de la familia.
Libro: La Escuela en Espíritu
Autor: Epifanio Estrada Cruz





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