La historia es un caminar continuo
- Epifanio Estrada

- 6 sept 2023
- 2 Min. de lectura

Los pueblos sólo tienen una dimensión: el progreso. Si éstos pierden el derrotero, sufren una caída estrepitosa. Si su integridad es violada, hay un desgarre profundo que deja abierto una huella de sangre y de dolor. Muchos han vivido este pasado histórico y se encaminan hacia el logro de sus inquietudes con una libertad esplendente y del cual no debieron desprenderse nunca.
México, la patria de Cuauhtémoc, Juárez y Cárdenas, es ahora un país donde la "democracia no es solamente un régimen político, sino un sistema de vida que busca el bienestar del pueblo, el diálogo con el hombre y sus necesidades; es esfuerzo creador del pueblo y gobierno", es la ventura que se ciñe por la patria hecho LIBRO, TALLER Y SURCO.
Sin embargo, lustros idos, dentro de nuestra era independiente, dentro del espacio que ocupa la revolución del 10, el campesino, el indio, como fragmento de una raza irredenta, vivía sojuzgada aún a la voluntad del más fuerte, del más hábil, del más cruel. La hecatombe bélica del mexicano contra el mexicano, todavía era apocalíptica.
Se iba conformando la nueva patria con las cenizas de sus hogares, con la esperanza que brota del retoño, de la crisálida y del viento en los campos de labranza, con la chispa que emana del yunque o de la caldera de las fábricas; del recuerdo, del incienso y del fuego que alimentan los sepulcros de sus muertos. Con titánico afán, como si lo ocurrido le aligerara el peso de los siglos y el de la ignorancia, las generaciones comienzan a sucederse entre fragmentos de esa acuarela enigmática con lauros de justicia y de unidad. La transformación social es un mundo que cabalga uncido al Pegaso simbólico de sus grandes ideales, fundidos en un pebetero con guirnaldas florales a sabor de una mexicanidad legítima: el honor y el bienestar social.
En ese espacio, mi vida, que empieza más tarde, se ve envuelta aún con esos alientos de lucha y de triunfos, porque mis padres, sin ser grandes revolucionarios o activos soldados en campaña, supieron campear las diversas etapas que ese movimiento cautivó. Se hicieron respetar, respetando; se hicieron querer, queriendo; hermosa filosofía familiar y social que se fundamenta en un verdadero plano psicológico en cuanto a su libertad, autonomía y evolución humana. Pues bien, bastó un breve relato, hecho con ingenio y ternura para sentirme cautivado y atraído. Veamos: recuerdo, que mi maestro nos habló de la elevación del indio en todas las ramas del conocimiento, de su identidad como ser humano, como elemento activo en la sociedad o como factor de gente. Con igual intensidad nos habla de la vida de nuestros héroes, que fueron de una voluntad que solo se mide por la igualdad y el respeto que se tiene con el semejante. Y como la gota de agua que cae con pausa armónica, constante y precisa, al recipiente que la acoge amorosa, nos obliga a buscar en nuestros adentros, ese conjunto maravilloso de patria y de hombres, para soñar, también a nuestra manera de todo el significado fundamental que da en el individuo, el derecho de saber y conocer más, de prepararse mejor para el futuro como una fase definitiva, ordenadora, como es la mente humana.
Libro: La Escuela en Espíritu
Autor: Epifanio Estrada Cruz





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