La eduación sin veneros evolutivos
- Epifanio Estrada

- 6 sept 2023
- 3 Min. de lectura

La educación es un proceso metafísico porque la luz de la sabiduría es permanente amanecer del conocimiento modificado, cuya estructura telúrica está llena de vivencias auténticas y, por eso mismo, de una acepción óptima y justa, como la sabia en primavera que se extiende biónica, desde la raíz hasta las partes más elevadas y delicadas de la planta. Pero esta propensión filosófica no reditúa sus fines porque ha sido sofisticada en grado sumo a través del tiempo, por querer hacer de ella lo contrario de una educación orientadora, reflexiva y creativa, pues sus aportes fueron y han sido pobres e insuficientes para conservar y crear lo plausible, lo meritorio, y mantener la vigencia de una obra cuyo espíritu académico encarne en un modelo de vida, donde la única razón sea el amor: dueño de esta arquitectura donde moramos y cuya belleza y formas antes vírgenes, será en lo sucesivo consecuencia del material y herramientas que usemos para seguir deteriorándola o embelleciéndola.
Hay en estos nuevos fulgores, maestros con fecundas ansias para luchar por la liberación del hermano ignorado en este siglo de luces como se le ha llamado a este XX que tiene de todo, pero que a fe de sus grandes progresos "Tecnológicos o de milagros Electrónicos", no se ha logrado afianzar nuestra realidad histórica que es impulso germinal en nuestras venas y sentido y trayectoria en el pensamiento, para lograr la formación social e ideológica que enseñe al individuo a convivir con sus semejantes, y se entregue a la Estética para que le guíe hasta la captación, ejecución y disfrute del placer de su formación integral, siguiendo el reclamo del AMOR, del amor que sostiene a las estrellas del infinito, la atmósfera de la tierra, la molécula hermanada a la molécula; del AMOR que enciende el fuego de la vida que abreva en su inmensa catarata que viene del reino de los espacios y que derrama en todas las fuentes de todas las cosas, para todos los seres.
Por los principios anotados, resulta que la buena educación no se impone, no se individualiza ni se decreta, es la secuencia luminosa o el símil de la semilla que dan las experiencias a los hombres por sus obras y estudios y que viven al amparo de un Código de Amor y de Luz. "No lo dudemos, antes de hacer a los hombres sabios, es preciso hacerlos felices y virtuosos; porque el hombre, repito, es ante todo un obrero, es decir, más que "homo sapiens", "homo faber". Cumplamos nuestro cometido por este medio. Quienes no lo entiendan así, olvidan que las carreras como los oficios y las artes, no serán bien servidas ni provechosas al común de la sociedad, si los profesionales no las eligieron por vocación y sí por un modo de vivir, algo así como poseer a la Atenea sin ojos y sin corazón al servicio de nuestros niños, que viven en planos infinitamente vulnerables como sensitivos, por su elevada inspiración emocional.
Ante esa búsqueda de nuevos sistemas de mejoramiento continuo, se llega a teorizar como a objetivar distintos derroteros para que se acrisolen los derechos del niño, como una cátedra de libertad y como un postulado de justicia social. Hay muchas metas como propósitos para conformar estos grandes fines de la educación, pero ninguna llega a su fin porque se desconocen los fenómenos internos que se suceden en el niño y que son infinitos, como infinitos son sus instintos, lo que nos da la idea del incansable estudio de la vida y de Io grandioso de las matemáticas, que en su C. G. S. (centímetro, gramo, segundo), representan al Universo todo. La educación, por eso, debe seguir su curso a fe de todo, como magna y eterna esperanza, allanando el camino deseado hasta depender del Programa Democrático que se desea y que corresponda a la pauta de vida que deben llevar las futuras generaciones, uncidas por una renovación constante y con un impulso creador como Fénix de la Libertad humana.
Libro: La Escuela en Espíritu
Autor: Epifanio Estrada Cruz





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