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Gratitud, memoria del corazón


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Abuelita querida, inclinada cual sacerdotisa en reverencia de azahares, límpida como el cielo en todo su esplendor, pura y fresca como una retama en botón, muele el grano en su piedra adorada y que a diario le entrega un miligramo de su dulce y útil existencia para formar los soles dorados que henchidos de su genuina vitalidad, hemos de tomar con avidez porque lo reclama nuestra naturaleza y para que nuestras vidas sigan estrechamente ligadas al corazón maternal que siempre se expande amorosamente hasta el hogar celestial ... , pero la noto más animada que de costumbre, su labor la desempeña con verdadera maestría pero con mayor interés, ¿por qué lo hará? —me pregunto-. Mi callado, leal y noble papacito dialoga con abuelito en el patio de la casa, más tarde, con mi hermanito el mayor y, como era de esperarse, se une a ellos mi encantadora abuelita. Esto vence mi curiosidad y salto presto de mi humilde cama para saber de qué se trata o al menos intentar saberlo. Los saludos van para ellos llenos de respeto y reverencia acostumbrada; abuelito con una sonrisa tan amplia como el cielo, me dijo de inmediato y muy emocionado:


"Hijito: mañana tendrás a tu nuevo maestro".


¿Por qué ha de producirnos lágrimas una esperanza que brota? Lloré por la noticia recibida. Nada cruzó en mi mente tan nítido y bello, como la grata información que avivó toda mi entidad convertida en una gracia de rosas y bendición de auroras.


Mi corazón de niño, ante tan penosa situación por los incidentes anteriores, se había convertido con esto en dulce fruto. Queda demostrado que la ternura y el querer del hombre hacia lo que quiere, siempre tiene un epílogo agradable, limpio y tierno, porque es patrimonio angelical; por eso las lágrimas llenas de gratitud purifican y santifican la obra y se convierten en el elixir divino de una realidad "pletórica de numen sacro".


"Y la escuela, ¿a dónde va a estar la escuela?, le pregunto tan animado como si fuera a recibir una gran herencia o una tortilla bien preparada pobre pero rico caviar por lo que lleve-, una fruta de riquísimo sabor y aroma, unos huaraches nuevos que amortigüen un poco la dureza del suelo al caminar, o qué sé yo, porque mi pregunta llevaba una corriente fulgurante, donde emergen las ansias y las pasiones, el principio y el fin de una empresa que ha de ser vida elocuente al esfuerzo y a la dedicación.


"Allí, me dice señalando la "casa grande". No dije nada. Su ademán sobrio, firme y cubierto de satisfacciones, bastó para que callara y decirle en silencio muchas cosas elocuentes con una mirada cargada de inmensa gratitud, ternura y de manifestación amorosa.


Libro: La Escuela en Espíritu

Autor: Epifanio Estrada Cruz


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