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El niño, semilla aún no redimida


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Rafael Ramírez, el apóstol de la Escuela Rural, fue un nuevo prototipo de maestro con imágenes de luz propia. Luchó y enseñó como TATA VASCO, pero sus redimidos, egresados que fueron después de fundadas las Escuelas Normales Rurales, de los Centros de Capacitación del Magisterio, así como de las Normales de los Estados y aún de la propia Nacional de Maestros, no se aprendieron bien la lección o no se las enseñaron: "el espíritu del niño no es un simple recipiente que tiene que llenarse como un cajón para medir semillas, es un poder que aspira a desarrollarse. No es una tabla rasa, una página en blanco, en la que puede uno escribir; sino una actividad innata que tiende a su fin; una fuerza que modifica todo lo que se pone en contacto con él". Volvamos, entonces, a ese reencuentro.


Todos los intentos que se han hecho y se hacen para que el maestro se supere científicamente hasta llegar al "DOCTORADO", es digno de encomio; pero a la vez, se señala una conclusión bien definida: que no es siempre la acumulación de conocimientos una garantía absoluta para alcanzar la llave de oro de la enseñanza y menos si no la aprovechan todos, porque a todos compete la misma responsabilidad. El maestro, posee, debe poseer, si quiere enseñar, que es dar, que es entregarse, un inagotable venero de sentimientos, de afectos, de ternura, de alegrías, de ideas; debe dar de su propio caudal, el que ha amasado poco a poco en el andar del camino, gracia plena de sus propias flores, el panal de sus mieles. La Didáctica nos indica también, que los buenos libros como los mejores maestros, no son la fuente inagotable del conocimiento, sino más bien, la provocación de las relaciones con el niño, pero en diálogos afectivos, en una verdadera "dinámica de grupos", de hogar y de sociedad; es decir, el niño debe participar de la formación de su personalidad directamente: del mundo de las cosas, al mundo de las imágenes, para llegar al mundo de las ideas. Este será su centro y su diversidad.


¿Será el maestro actual, ese factor tan importante para lograr con éxito tan noble ideal? ¿Será posible que ese sufrido mentor rural especialmente, lleno sólo de una riqueza espiritual, pero despreciable como unidad social; que ese factor humano donde su condición social bruñida de gloria metafísica y corroída de miseria y desprecio; que ese maestro que vive en un océano de bilis provocado no por sus alumnos que son sus bellos amaneceres, sino por la sociedad injusta y cruel por lo que se llena de tristezas y de prematuras canas; que ese maestro de primeras letras que gracias a él todos viven y gozan a cambio de sus lágrimas y muerte prematura, se logre en un ambiente de paz, de concordia y de libertad, todo lo deseado? ¿Qué han hecho para justificarlo? Hasta hoy, llenarlo de miseria, de hambre y de enfermedades.


Todo deseo, anhelo, aspiración, aunque no se llegue a lo heroico, carecerá de consistencia porque el maestro se siente abatido por sus hijos, por la familia, por el hogar, por la educación de sus hijos, porque no puede vivir aunque modestamente y porque tiene un sueldo que le quita hasta la conciencia de su propio valer, ya que le parece humillante comprobar que personas desposeídas de todo valor moral, sean ante la sociedad los mejores y los más apreciables. En tanto que el maestro es inferior por su salario y merecimientos hasta de los mozos de otras dependencias que ganan más que él y disfrutan de consideraciones sociales más ventajosas. El criterio industrial y económico de la ciencia moderna necesita de mejores maestros, es verdad, y este mejoramiento de la cultura indudablemente se deriva de su mejoramiento económico.


Repito: los maestros estamos obligados a una superación intelectual constante, adecuada, abierta y oportuna, pero que no se adquiera solamente de los libros, menos de los libros que no inviten a la investigación o que vengan de ella. Se necesitan buenos libros, como buenos brazos, buenas herramientas y buenos corazones.


"NO, YO NO COMPRENDO AL NIÑO CONVERTIDO EN MÁQUINA PARA REPETIR PENSAMIENTOS AJENOS NI SIQUIERA SEAN LOS MÁS BRILLANTES DE LOS MÁS INSIGNES PENSADORES: niño quiere decir alma, inteligencia, corazón y vida, vida que aspira a la luz de la verdad, como la planta a la del sol. Educar al niño, no es embodegar en su cabeza frases que otro cerebro elaboró, y que para él carezcan de sentido: no es vaciar en su memoria libros; es enseñarle a pensar por sí propio, a discurrir él mismo, a expresar su pensamiento con palabras buscadas y combinadas por él mismo también; es, en suma, ejercitar todas las fuerzas de su espíritu, darle impulso para recorra el camino, prestar alas a su actividad para que tienda el vuelo al cielo luminoso de la verdad para lo que ha nacido".


Mis pobres observaciones, logradas en su mayoría por lo poco que valgo, carecen del nivel educativo que actualizan la mayoría de los maestros, porque ellos viven dentro de la internacionalidad de los procesos contemporáneos; pero por eso mismo, olvidan que educar con limitaciones y dentro de una política inflacionaria, donde apenas logran un remedo de sus ansias por la carencia de sus obras, es peligroso. No se justifica una labor tan preponderante como la que pregonan, porque en verdad, el celo en el ejercicio, la pasión, el coraje, la dedicación, el saber entregarse, el respeto, el cariño, la libertad y el querer del cumplimiento y el de las realizaciones, es de unos cuantos y aprovechada por los muchos. Si no es así, por qué al niño aún se le encierra humillado y vencido en sus cuatro paredes, para recibir las lecciones que le nutre a medias, sin amores, a martillazos, no para liberarlo, sino para domesticarlo, los ejemplos afloran en las escuelas de todo el país, el niño no puede o no tiene que tocar, medir, amasar, coser, jugar, clavar, gustar, sentir, mezclar, cocer, etc., porque sus escuelas no están a la altura de la época, con sus campos deportivos, sus talleres, auditorio, centros de experimentación e investigación, para que su aprendizaje lo realicen con la ayuda de su intuición, querer y preparación, la realidad única de todas las cosas, para que vaya comprendiendo que en su vida todo cambia, hasta encontrar que, la mejor disciplina en esta estancia, no es la MASIVA, sino a DINÁMICA, que es equilibrio en la acción, armonía en el gesto, comunión en el trabajo.


LA EDUCACIÓN ES UN PROCESO DE FORMACIÓN CONTINUA Y DE CREACIÓN PERMANENTE. Dura faena si se ha perdido el timonel de la embarcación; pero que fácil resulta enderezarla CUANDO HAY FANALES RIENTES DESPIDIENDO CHORROS DE LUZ Y AMOR. Los niños son encantadores. Ellos son esa naturaleza prodigiosa que nos contagia y anima, y cual trotamundos de un ideal libertario, piden a gritos que se les enseñe el camino. "MAESTRO: CAMINAR CONTIGO ES AVANZAR".


No debe olvidarse que ellos también llegan enfermos, con hambre, con penas sinsabores que recogen de su élite social o de su franca rebeldía contra los estrabismos ancestrales que sin querer han heredado.


EL NIÑO TIENE DERECHO A UNA EDUCACIÓN INTEGRAL: desarrollar el cuerpo, desarrollar la inteligencia, formar el corazón. Se trata de educar, en fin, la conciencia: pero para educar la conciencia, sólo la conciencia lo hará. AQUÍ ES DONDE EL MAESTRO ES LO QUE VALE. Su capacidad creadora, su entusiasmo por el estudio, su nominación de renovación serán superados, como la inquietud misma de su vida, su amor por la verdad, su gusto por lo bello, su cariño por el bien, la libertad activa de ser consciente en el contenido de las formas, su interés por la vida de sus alumnos, serán en todo momento, el oro del tiempo para aprender enseñando sin sacrificios heroicos.


LA PROFESIÓN ES UN TRATADO DE RENUEVOS. sabia virgen y noble como la propia carne, la tierra, el agua y el sol. Nuestros niños son mentes evolucionadas, por eso es necesario comprenderlos, protegerlos y quererlos como la mejor promesa del mañana. Ser guía y ejemplo, se dice pronto, pero ante la realidad resulta un camino largo y hasta escabroso porque la vida misma es una conquista diaria si ha de servirse de la naturaleza y no de los libros. El niño es, en lo general, un organismo adaptable y sorprendente, capaz de resucitarse así mismo de su muerte viviente, si se le da la oportunidad de que luche y que batalle, que la lucha es salud, robustez y fuerza para el espíritu, como para el cuerpo. Todo se manifestaría en "luz; la luz anuncia la paz, la paz engendra la libertad; y la libertad llama y pone el AMOR en su asiento".


Libro: La Escuela en Espíritu

Autor: Epifanio Estrada Cruz



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