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Dos naturalezas que dan lo suyo


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Abuelita, magnífica en el arte culinario, siempre nos prepara sendos y variados platillos con productos del campo, ya que éstos constituyen el alimento más rico y más nutritivo que hay para dar energías al organismo y larga vida, (es una inagotable fuente de salud y almácigo vegetativo natural y perenne).


La planta, comestible o medicinal, pequeña o desarrollada, con flores o con frutos; desde la raíz, la corteza y sus hojas, es fuente inagotable de vida y de salud. Significa agua pura, hierba frondosa y vital. Alimentarse de ella aún en una extrema pobreza, es un medio para subsistir por sus grandes propiedades. No hacerlo porque no se cuenta con ella, es caer ante el fantasma del "hambre" o desnutrición para llegar sin quererlo, a la muerte.


Después de haber saboreado uno de estos alimentos con verdadero placer, abuelito entabla una conversación para mí premeditada. Nos indica que algunas "lenguas flojas" cuentan que el gobierno quiere niños para educarlos; pero en realidad los destina a engorda y usar la grasa de ellos para los aviones y tanques de guerra, los que bien les va, los entrenan para soldados y mandarlos a la guerra, por esta causa, muchos niños han sido robados.


"Yo nunca dejaría que a mis hijos se los llevaran —interviene abuelita-, prefiero verlos muertos aquí y no en otra parte".


"Si esto es cierto —interviene mi papito-, es malo, pero si es verdad que van a estudiar ¡qué bueno!


"Pues aunque fuera cierto lo del estudio, no los dejaría de todas maneras — dice abuelita-, bonita manera de vivir sabiendo que mis hijos están lejos y sin poderlos ver. ¡Eso nunca!"


"Bueno, mujer —replica abuelito-, dejemos las cosas en paz y esperemos que nada sea cierto, gracias al cielo nuestros hijos están con nosotros y eso es lo mejor". Termina el diálogo y nos distribuimos a nuestros quehaceres habituales.


Al recordar las palabras de abuelita, una duda tremenda me sacude de pies a cabeza, porque aseguraba que abuelita sería un cierto obstáculo para mi ida a México. Su amor a sus hijos, a sus nietecitos, es entrañable y por eso mismo, lucharía hasta lo imposible por tenerlos a su lado. Amor de madre en exceso de bondad y de pasión, de dulzura y encanto: amor hacia la naturaleza más luminosa y bendecida como es la maternidad.


Libro: La Escuela en Espíritu

Autor: Epifanio Estrada Cruz


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