¿Comunismo o socialismo?
- Epifanio Estrada

- 10 sept 2023
- 3 Min. de lectura

ES LA REVOLUCIÓN VERDE. Ella ha multiplicado las espigas y ha hecho fructificar las mazorcas. Como un tálamo de crisantemos en floración, yacen los campos rompiendo la monotonía del paisaje. La milpa ha dado a luz, la placenta ha sido rota y la mazorca, su niña consentida, queda al descubierto, de cara al sol, para entregarse después amorosamente, a los brazos de su dueño, limpia y lozana, para caminar más tarde, convertida en maíz, a los silos o a las trojes, para preservarla del tiempo y de la humedad. Su utilidad es tan asombrosa como pródiga, pues por nuestra forma peculiar de vida y por nuestra esencia nacional, el maíz, es "riqueza del pobre, fuerza del trabajador constante, pan y vino para la clase útil e infeliz del mundo nuevo. Sin maíz ¿qué es del campesino? Sin maíz, ¿qué es del que ara, del que siembra, del que siega? El maíz, es la fécula sagrada de la dinastía indígena. El dulce hermano del viento, el luchador de la lluvia. El cazador del pan diario de todos los hombres".
La cosecha se levanta de la misma manera que en años anteriores. La forma de lograrla es admirable. Lo palpé con los míos, por medio de ese lazo indisoluble, eterno, que liga todo lo bello y sano; medio del cual todos los seres son grandes como la Ley de la Vida Eterna, como el proceso mental que representa en pequeña escala a la mente Universal; allí donde el hombre es hermano del hombre, que si es mayor, aprende de él, pero si es menor, le enseña a igualarse para que lo supere después. Esa es la pauta progresiva del tiempo, de la justicia y de la vida, donde las atmósferas, las Constelaciones, las Nebulosas, las Latitudes todas, son de la misma fuente y de la misma causa en su eterno devenir histórico.
El proceso es muy sencillo. Todos aportan de lo que son dueños: bestias, costales, lazos y su contingente humano. Se distribuyen las faenas: los acarreadores de la mazorca, los pizcadores y el Capitán de la cuadrilla. Y es él —el capitán-, quien indica los trabajos contando tantos surcos como pizcadores se disponga. Así da principio la jornada. Las mazorcas tienen alma, y sienten el fin de su estancia del lugar que les dio vida y que, con el sol, la tierra y demás fenómenos naturales, se formaron como factor útil, para dejarse caer en los "ayates" por medio de unas manos fuertes, morenas, constantes, justas, nobles, que las aprisiona en forma estridente, porque hay gritos, silbidos, carcajadas, cantos y hasta uno que otro rebuzno, como ladridos de perros. Todo es un océano de donde el pensamiento siempre es mudable a la comprensión y al querer de esas fuerzas constructivas y que parten de una comunidad vitalizada por un lazo fraternal. A lomo de bestias son llevadas en costales a la casa del dueño, toda la cosecha adquirida, en medio de un bullicio semejante al que manifiestan los pizcadores.
Al medio día y debajo de un frondoso árbol, las leales como incansables esposas —modelos de constancia y lealtad-, sirven el alimento que todos toman con doble apetito, porque se trata de un banquete; DE UN GRAN BANQUETE CON POSTRES DE GRATITUD, HERMANDAD E IGUALDAD.
Todo se ha hecho sin paga, porque todo obedece a una ley inmutable, la que da derecho a los hombres como a los animales de vivir en una sola familia; allí donde el gallo anuncia el despertar de todos los días a los moradores que puedan escucharlo; el ruiseñor, rompe con sus trinos la monotonía de la noche o la alondra se eleva, se eleva más, para ser la primera alada en saludar a la aurora.
Libro: La Escuela en Espíritu
Autor: Epifanio Estrada Cruz





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