Atlixco; Remembranza de un pueblo que edifica y evoluciona para el porvenir
- Epifanio Estrada

- 24 ago 2023
- 7 Min. de lectura

Volvamos los ojos…el velo se descorre y aparece en su hélade floral que ya admira el mundo. Todo tiene ritmo y armoniza en precisión de estrofa. Se envuelve en su tocado de siete colores como un prodigio de soles aunado a un milagro de arte. Balcón poblano abierto hacia la Cruz Austral. Reliquia de dioses en bolón.
La Villa de Carrión, dama polifacética que la contempla atónito el viajero entre "arcos de cucharilla", está sentada por hechicería, junto a la sierra que se afianza a los sillares de la bóveda divina, conservando las creaciones de su florescencia virginal.
Su historia, su arte y su misma naturaleza, le confiere el hechizo que goza como ciudad abierta, primaveral y hospitalaria. Su origen se entronca con las diversas razas y culturas que se prolongan a través de un ciclo mágico donde toda la tierra vibra y acaricia y entona al visitante el himno de su espiritualidad, De esa espiritualidad inmarchita que es como una gema reluciente de su devenir histórico y de donde renace con la exquisitez de su florilegio, el alma trotamunda de los caminos y de los cielos recorridos en una explosión jubilosa por su mayoría de edad.
ATLIXCO, nuestra gran herencia, empieza a vivir en las fumarolas de nuestro Gran Rodas Mexicano (el Popocatépetl,) como una apoteosis de los sueños de oro y de la vida fecunda de sus pueblos tan definidos y diversos como su geografía. Su luenga cabellera, hecha eterna navidad, es un lienzo de nardos y jazmines, es la exaltación sagrada que se desliza sobre el paisaje organizado, en donde los mismos colores se ahogan para hacer brillar la cara de los cielos, y entre ese juego creciente de luces, se forma la pirámide de su tatuaje encantador, de donde cada fragmento es un capullo que revienta como voz de la tierra en su edad florida.
El florecimiento de la vida, también surge como el camino que se tiende de lo sensible a lo espiritual o como en la oración, es un grito de esperanza, en el momento sublime en que cada mañana, ante el espejo de la divinidad, el alma humana busca su perfección con sentido de honda emancipación.
Nuestro POPOCATICA (Cerro de San Miguel), guarda celoso toda la tradición de nuestros ancestros en un sarape multicolor y de fragancias prehispánicas, para hablarnos que lo indio y lo europeo, es sólo una fusión de culturas que se renueva sin cesar, porque está en un eterno desarrollo dentro de un marco luminoso desde hace cuatrocientos años.
De pie, en su cúspide, la vida se levanta de sus sueños como privilegio de la sangre, del querer a lo nuestro, pero en una dimensión de hamaca de tibio invernadero. Toda su extensión es una acuarela enigmática con lauros de grandeza; sus pueblos, que son luceros de adjetivos, pluralizan en toda su sublimidad el divino afán de la belleza de la mujer, de esa matrona candorosa que encarna su fina sensibilidad estética en ósculos esmeraldinos con sabor a floración del campo en un ropaje polifónico. La mujer, divina gracia de ventura, hermana de la floresta, canto sagrado de la vida que se emancipa y triunfa hada-luz del hombre en su cita de noble mancebo o de gallardo caballero, tiene fundido en el crisol de su ser femenino, todo un valle de amistad de sol que fulguran en la carne como la presencia insólita de su resurgimiento: la maternidad, hermosa realidad de un ente sacro.
Y como, si su singular presencia fuera poco, hay en ella un toque de esplendidez por su sencilla como asombrosa indumentaria, que es tradición y señorío de siglos, goce inefable donde se revive la milagrería de un andar palpitante, porque se vislumbra como una joya prendida en la selva adornando el podio de la atrayente belleza de su suelo natal.
Así es la mujer de Atlixco en todas sus estancias: unas, flores en botón; otras, en el cenit de su fragancia femenina o en el pronunciamiento de sus pétalos marchitos, todas forman el jardín inmarcesible de este Valle privilegiado que lo prende y arropa con una sonrisa, con un suspiro o con un guiñar de ojos.
En su conjunto, hay una evocación estética de Zarzuela volcánica, en donde ensayan a diario hasta perfeccionar el contenido de su importante papel. Su escenario es suntuoso por el decorado lleno de matices vivientes y domeñados al balcón de estrellas relucientes que las dirigen hacia nuevos cielos de esperanza. La obra se inicia al tañer de sus campanas, al gorjeo de sus aves o del palpitar inflamado de la naturaleza con sus infinitos prodigios y misteriosos orígenes de su vida maternal.
Ante esta policromía de arco iris, el campesino, carne de auroras, blasón de designios, voz del valle y de la patria, ama a la tierra con su estadio de esplendores; avanza y avanza tratando de ocupar el sitio y el lecho del prado y del surco con amorosa pasión. Ella es su alcancía...
A cuatro siglos de prueba, Atlixco tiene su Acrópolis como parte integral de su cultura con sus vientos, sus lluvias y su sol.
La ciudad, las Colonias, los Pueblos, los Ejidos, las Haciendas, las Rancherías y los Fraccionamientos, forman el esqueleto simplificado del trabajo material sobre el engranaje de su progreso en general, Aquí, todo depende de todo, porque la acción de cada hombre o de una sociedad, recibe influencias poderosas de las acciones que le han precedido y se extienden en diversas ramificaciones, pero todas dirigidas hacia la transformación social y cultural de sus moradores.
Transitar por sus carreteras, calles y veredas, es para sentir la más relevante pasión por todo lo nuestro, porque por esos caminos se llega al dinámico marco de prosperidad y de mejor vida, aunque en forma distinta pero progresiva.
Por esa misma magnitud, el conocimiento humano se forjó con el ejemplo de sus hombres próceres, que, en las diversas etapas de su vida, dieron en la Literatura, en el Arte, en la Filosofía, en la Medicina, etc., su herencia intelectual para bien del conocimiento humano. La galería que forman todos ellos, constituye una exposición que no es posible captar en todas sus dimensiones, pero su prestigio y renombre son verdaderos incentivos que nos conducen a un denominador de esperanza y de incansable superación.
Sus escuelas, en todos los niveles, son verdaderos emporios de estudio y de trabajo: bandera tricolor, levadura de patria, memoria del corazón y chispa oculta en el guijarro indígena. En ellas vibra o encarna el símbolo de la pala, del arado, del barbecho, del zacate, del jacal; el corazón de aguacate y canción de miel; la suavidad rural, el vivac de la ciudad; el chiquigüite, el jorongo, el chal, el rebozo. la chamarra y, el horario de trabajo y de himno de júbilo, porque en cada murmullo y en cada silbar del viento, se canta y se camina, y el horizonte ahoga un paisaje de alas ciñendo en ondulante anillo de novia, de luz y de “solareña”: tejedora de un legado monumental con follaje, frutas y flores entre música vernácula. Todo es poder biónico en pos de la libertad.
El comercio, como los centros de producción, son dos fuentes de trabajo donde el capital privado ofrece a los ojos del visitante, el panorama económico que hay en nuestro Atlixco. Entre todos sus secretos contables, el crecimiento demográfico marca su estabilidad, así como el hecho de que el atlixquense tiene, día a día, más fe en sí mismo y ahorra o invierte. Los Bancos, instituciones de Depósito, Ahorro y Fideicomiso, promueven en diversas formas el fomento económico de la región, concediendo créditos, política que está destinada a mejorar los niveles de vida de todos; lo mismo puede decirse del campo, esas parcelas que son pétalos de la flor virginal, se hacen producir con modernas técnicas para alcanzar una mejor semilla y una mejor alimentación.
"TU PROPIA TIERRA, Y TU HEREDAD, Y TU PADRE, ES LA CASA DEL SOL, EN EL CIELO. POR VENTURA MERECERAS Y SERAS DIGNO DE MORIR EN ESTE LUGAR Y RECIBIR EN EL MUERTE FLORIDA. El recién nacido era saludado en su doble dimensión en el mundo indígena.
Cabalgamos por todas partes nuestra herencia con esa sentencia comulgante de luceros, nuestra estirpe está hecha de ese barro cuya fundición misteriosa, tiene todas las características de un pasado heroico y promisorio, Sus moles de piedra y otros fragmentos no son mudos testigos de una cultura muerta, sino de una polinización de sangre y de carne que forma en su conjunto, esta nueva era y de donde somos las flores cuyo perfume de amor santo, nos acerca a la divinidad, porque cuando se nos hiere, de nuestras venas no sale sangre, ISALE ATLIXCO!
Hoy como ayer, la piedra habla como una lección de arte y de historia.
"ANSI ESTE VALLE POR TIEMPO HA DE SER UN PARADISO TERRENAL, PORQUE TIENE MUCHO APAREJO PARA LO SER, CA CIERTAMENTE PARAISO QUIERE DECIR HUERTO O JARDIN GRACIOSO A DO HAY ABUNDANCIA DE AGUAS, ROSAS Y FRUTALES, COMO LO HAY AQUI, Y POR ESO SE LLAMA VAL DE CRISTO". Motolinía.
Estos dos mundos heraldos y adalides de dos culturas, poderosos ambos, produjeron aquí la majestad de Teotihuacan y el refinamiento barroco de los mayas en su arquitectura que hoy se antoja enigmática y a la vez extraterrestre, pero digna y superior, Parte de esa grandeza las hay plasmadas en los templos y retablos de nuestras iglesias que se evocan sin cesar como imborrable huella y como diaria lección de un amanecer eterno, con bocanadas de auroras y de pasto verde y de lunadas celestes que vibran como mensajes divinos y que se deslizan por todo este trozo de patria.
ATLIXCO es una página abierta a la abundancia. Su clima es creatividad, buena vida y expansión espiritual. Sus aguas convertidas en ríos, es la fertilidad del campo hasta proclamarse un vergel florido. Sus balnearios, son la salud y recreación con tintes humanos por la diversidad de tratos y de quereres. El agua, en fin, es el elemento esencial para la vida vegetativa y animal; por su abundancia, es la savia de nuestra existencia, la sangre que se mantiene en su vitalidad cual árbol que induce lógicamente al amor que es simiente de hombres libres.
Y la nota culminante de un pueblo que avanza, es la pluralización de su valor histórico. Y su historia son sus hombres, buenos o malos, pobres o ricos; de éstos, surgen sus gobernantes, donde su estabilidad Iegislativa se forma sólo en obras que hacen fe viva.
ATLIXCAYOTL, es una fiesta hecho canto, danza y guirnalda. Quien la ve, se sensibiliza hasta sus raíces. Quienes la realizan, entregan la rica floración de su sangre y sudor. Sus ropas, que son atavíos de soles, lunas y ciclos completos de vida humana, tienen el mensaje candente de su ingenio artístico heredado de sus ancestros. Cual "repisa de los cielos", son la imagen nítida de la labor sublime que va renovándose segundo a segundo en ese mundo de roca y de hielo, para caer al encantado valle, a la tierra de cantos rodados y de ríos alimentados por el deshielo. Es un bouquet de vidas esplendentes. Sus habitantes, como la luz de la centellante luna decembrina, siguen tejiendo nuevos atuendos sin omitir la esencia de nuestros quereres de ayer, en rimas de sorprendente vitalidad y en jaula dorada.
Todo está envuelto en un halo de poesía, de misterio y de belleza, como en cada relevo de generaciones, los adultos trasmitan a los jóvenes la cultura acumulada, a la que éstos deberán agregar su propia creación.
Y DESDE NUESTRO POPOCATICA, OTEA EL HORIZONTE LIBERTARIO.
Libro: Atlixco
Autor: Epifanio Estrada Cruz



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