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Algo que puede ser verdad


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En estos momentos está naciendo, o acaba de nacer, un niño. Un niño que cuando llegue a hombre producirá una revolución y redimirá este mundo podrido de injusticias y concupiscencias en el cual ya no es posible vivir.


No, no es Jesús; ni será hijo de dios, ni fue concebido por milagro en el seno de una virgen; sino un hombre de carne y hueso, engendrado en el lecho de la miseria y dado a luz por la más humilde de las mujeres con el pleno dolor de sus entrañas; un niño que será arrullado en la cuna del desamparo, y que traerá en sus venas todo lo que la crueldad y la injusticia pueden dejar como huellas en la sangre de un ser humano.


Su infancia transcurrirá en la pobreza colindando con la miseria; y su juventud se nutrirá de todas las injusticias sociales, de los odios sanguinarios de raza, de las concupiscencias embrutecedoras de las mentiras ancestrales de que vive la humanidad. Mas, cuando llegue a ser hombre, él, el más vil de los parias, se levantará sobre la muchedumbre que sufre, y hará oír su palabra para redimir al mundo de este infierno de pecado en que se asfixia, y para completar la obra que no pudieron realizar ni los mandamientos de Moisés, ni las enseñanzas de Confucio, ni el ejemplo de Buda, ni el sermón de Jesús en la montaña.


La verdad por sí sola, salvaría al mundo. Pero la mentira, que ha sido siempre el arma innoble de los perversos contra la sencillez de los simples, se ha extendido tanto en el mundo, que la verdad se ha desterrado de las ciudades y de los campos, extraviándose en la soledad de los desiertos.


Ustedes han conocido la mentira en las relaciones sociales de los hombres. La mentira en el comercio de las personas; la de los mercaderes para estafar a los codiciosos; la mentira de los gobiernos para gobernar a sus súbditos; la mentira en los estadistas para gobernar a los pueblos. Urge la verdad, vivir de la verdad, para obrar con energía, pero a la vez con justicia.


La cultura es el rescoldo inmortal en que cada hombre nuevo ha de ir a encender su propia antorcha.


Libro: La Escuela en Espíritu

Autor: Epifanio Estrada Cruz


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